Los resultados de las distintas pruebas de diagnóstico han
puesto de manifiesto la necesidad de
mejorar las competencias lingüísticas haciendo especial hincapié en la lectura
y la escritura, no obstante la competencia lingüística incluye también la
capacidad de hablar y escuchar y en este sentido nos preguntamos qué está
ocurriendo con la lengua oral en nuestro sistema educativo ¿por qué hay
personas que “hablan bien” mientras que otras “lo hacen fatal”? Docentes y no
docentes, se quejan de que las niñas y los niños “no saben hablar” mostrando
una tendencia a dar un tratamiento correctivo a la enseñanza de la lengua oral
mayoritariamente en los niveles iniciales de aprendizaje como es el caso de la
Educación Infantil, en donde hay una especial preocupación por que los niños y
las niñas pronuncien bien y pronto todos los fonemas de nuestra lengua,
olvidando que las equivocaciones forman parte del propio proceso de adquisición
de la lengua materna.
¿Que habilidades han de desarrollar nuestro
alumnado para ser competentes a nivel de lengua oral? si bien es cierto que
para que los demás nos entiendan es necesario pronunciar correctamente todos
los sonidos de la lengua, articulándolos en palabras, en frases…esto no es suficiente.
La adquisición de la lengua materna es un proceso que se consigue desde los
primeros años de vida y lo queramos o no,
los niños y niñas aprenden a hablar aunque no asistan a la escuela. ¿Cuál es entonces o debería ser el papel de
los centros educativos? La lengua oral impregna la vida del aula, lo que nos
puede llevar a la creencia de que las niñas y los niños por el solo hecho de hablar mejoran sus
competencias lingüísticas, lejos de esta concepción simplista del aprendizaje
de la lengua, la capacidad para comprender y producir discursos orales implica
un proceso complejo que hace necesario una intervención docente consciente y
planificada. Hablar bien, no depende de
una predisposición innata o de que haya personas que sean “buenas oradoras” sino
que es un proceso que se puede aprender y la escuela tiene el deber de enseñar,
desde esta perspectiva, la lengua oral
ha de ser objeto de aprendizaje sobre todo en su vertiente formal.
La lengua oral formal predomina
en el ámbito educativo y su dominio garantiza el éxito o el fracaso del
alumnado, la capacidad para comprender y
para producir discursos orales formales es un saber difícil de aprender pero
más aún si en nuestras aulas no se enseña, situaciones como las exposiciones
orales, la presentación de un trabajo o de una investigación, la realización de
una entrevista… han de convertirse en objeto de nuestra intervención docente.
Desde los niveles de educación infantil las niñas y los niños han de iniciarse
en los distintos usos de la lengua oral incluida su vertiente más formal, la
conversación, los debates, saber exponer una idea, defenderla ante los demás
aceptando distintos puntos de vista o preparar una exposición con la maestra para informar al resto de la
clase implican una serie de procesos que han de aprenderse pero difícilmente se
conseguirá en clases en donde reina el
silencio, en donde la voz que se oye es la del docente. Para conseguir un
alumnado competen hemos de crear los espacios y los tiempos para que se
expresen, se cuestionen, discutan y reflexionen sobre los distintos aspectos
del discurso oral. Un aula que aprende
ha de ser un aula en el que se habla, en donde el silencio se rompe para dar la
palabra a los niños y a las niñas y en donde los docentes aprendemos el difícil
arte de la escucha.