domingo, 27 de octubre de 2013

DAR LA PALABRA A LAS NIÑAS Y A LOS NIÑOS



Los resultados  de las distintas pruebas de diagnóstico han puesto de manifiesto la  necesidad de mejorar las competencias lingüísticas haciendo especial hincapié en la lectura y la escritura, no obstante la competencia lingüística incluye también la capacidad de hablar y escuchar y en este sentido nos preguntamos qué está ocurriendo con la lengua oral en nuestro sistema educativo ¿por qué hay personas que “hablan bien” mientras que otras “lo hacen fatal”? Docentes y no docentes, se quejan de que las niñas y los niños “no saben hablar” mostrando una tendencia a dar un tratamiento correctivo a la enseñanza de la lengua oral mayoritariamente en los niveles iniciales de aprendizaje como es el caso de la Educación Infantil, en donde hay una especial preocupación por que los niños y las niñas pronuncien bien y pronto todos los fonemas de nuestra lengua, olvidando que las equivocaciones forman parte del propio proceso de adquisición de la lengua materna.
 ¿Que habilidades han de desarrollar nuestro alumnado para ser competentes a nivel de lengua oral? si bien es cierto que para que los demás nos entiendan es necesario pronunciar correctamente todos los sonidos de la lengua, articulándolos en palabras, en frases…esto no es suficiente. La adquisición de la lengua materna es un proceso que se consigue desde los primeros años de vida y lo queramos o no,  los niños y niñas aprenden a hablar aunque no asistan a la escuela.  ¿Cuál es entonces o debería ser el papel de los centros educativos? La lengua oral impregna la vida del aula, lo que nos puede llevar a la creencia de que las niñas y los niños  por el solo hecho de hablar mejoran sus competencias lingüísticas, lejos de esta concepción simplista del aprendizaje de la lengua, la capacidad para comprender y producir discursos orales implica un proceso complejo que hace necesario una intervención docente consciente y planificada.  Hablar bien, no depende de una predisposición innata o de que haya personas que sean “buenas oradoras” sino que es un proceso que se puede aprender y la escuela tiene el deber de enseñar, desde esta perspectiva, la lengua oral  ha de ser objeto de aprendizaje sobre todo en su vertiente formal.

La lengua oral formal predomina en el ámbito educativo y su dominio garantiza el éxito o el fracaso del alumnado,  la capacidad para comprender y para producir discursos orales formales es un saber difícil de aprender pero más aún si en nuestras aulas no se enseña, situaciones como las exposiciones orales, la presentación de un trabajo o de una investigación, la realización de una entrevista… han de convertirse en objeto de nuestra intervención docente. Desde los niveles de educación infantil las niñas y los niños han de iniciarse en los distintos usos de la lengua oral incluida su vertiente más formal, la conversación, los debates, saber exponer una idea, defenderla ante los demás aceptando distintos puntos de vista o preparar una exposición  con la maestra para informar al resto de la clase implican una serie de procesos que han de aprenderse pero difícilmente se conseguirá en clases en donde reina el silencio, en donde la voz que se oye es la del docente. Para conseguir un alumnado competen hemos de crear los espacios y los tiempos para que se expresen, se cuestionen, discutan y reflexionen sobre los distintos aspectos del discurso oral. Un aula que aprende ha de ser un aula en el que se habla, en donde el silencio se rompe para dar la palabra a los niños y a las niñas y en donde los docentes aprendemos el difícil arte de la escucha.